Epícteto, un filósofo griego que nació en Hierápolis en el año 55, afirmaba que no hay nada que dé tanto miedo como el propio miedo.
Llevamos cinco años de profunda crisis, en la que el PIB ha caído (según el servicio de estudios del BBVA) 4.1 puntos. Tampoco parece tanto, ¿verdad? Lo que es preocupante es que el consumo privado ha caído, en el mismo período, 6.7 puntos, un 63% más.
La teoría dice que lo que no es consumo es ahorro. Es un algoritmo de suma cero. Así, según parece, la gente está ahorrando como nunca, o bien reduciendo sus posiciones crediticias a marchas forzadas (devolviendo los préstamos que tan felizmente solicitaron en época de vacas gordas).
Este ahorro va a parar a los bancos, como no podía ser de otra manera, que lo remuneran a tasas ridículas y que, a su vez, lo recolocan en el mercado de capitales conjuntamente con los préstamos blandos que les llegan de la Santa Madre Europa a unos tipos más que correctos (los márgenes superan el 200%). En definitiva, parece que la crisis ha afectado a los mismos de siempre, los pobres (aunque durante un tiempo pensaron que no lo eran); paradójicamente, su actitud ahorradora y cumplidora (todo el mundo quiere pagar la hipoteca, aunque no todo el mundo puede) beneficia, de nuevo, a la Banca. Y volvemos a estar donde estábamos… Nos dejaron dinero y ahora nos lo recogen de golpe. El problema no es la pobreza, es haber pensado que no eras pobre y descubrir que lo eres.
Tan grande es nuestro miedo que nos hemos abocado a vivir al día, olvidándonos de todo lo que significa futuro. No pensar en el mañana es muy peligroso, porque significa que no crees en él. Si miramos los datos, vemos que la compra de grandes electrodomésticos ha caído un 25%, la de mobiliario un 40%, la de automóviles un 50%, la de motos un 60% y la de pisos… ¡mucho! Por el contrario, ha aumentado la demanda de los productos del «aquí y ahora»; así, los aparatos de telefonía crecen un 50% y los de imagen y sonido, un 30% (período 2007-2011, estudio BBVA).
Quien controla el miedo, controla al pueblo.
Más datos: He analizado los balances de una de las primeras entidades bancarias del país, el Santader, y los he comparado con una de las más pequeñas, Caixa Guissona. Pues bien, ¡sorpresa! El ratio de morosidad es 3 veces menor en Guissona que en el Santander (deben de tener un mejor sistema informático…) y el de solvencia es 2,5 veces mejor para la leridana. Guissona no ha notado prácticamente la crisis (de hecho, su beneficio ha crecido en estos años un 25%) y el Santander ha sufrido una sacudida importantísima. Con los números en la mano, poner el dinero en Guissona es más seguro que en el Santader, y como accionista es mejor serlo de la de la Terra Ferma que de la de Boadilla del Monte. ¿Entonces? ¿Por qué la gente no lo hace? Fácil: El Santader es un banco sistémico; esto quiere decir que «no lo dejarán caer», porque es básico para el sistema. Pero, ¿qué sistema? El de la oligarquía. El de los caciques. El sistema de la financiación con condonación de la deuda de los partidos políticos. El sistema de «esto para mí y esto para ti». El sistema de «me he equivocado una barbaridad, pero me perdonáis, ¿verdad?» (Rodrigo Rato, Zapatero, De Guindos, Fernández Ordoñez…).
Los bancos se hacen el «chulo» con sus sistemas sofisticadísimos de evaluación del riesgo (exposición de Josep Maria Nin, DG de La Caixa, en Aijec, febrero de 2013) y luego van y pierden una quinta parte de su beneficio operativo en una sola operación (Martinsa-Fadesa).
Y los que no estamos en el sistema, ¿qué podemos hacer? Pues echarnos una mano entre todos, invertir en empresas cuyos promotores conozcamos (no en valores extrañísimos de más allá del océano), contratar a proveedores locales y ayudarlos a mejorar, sumar con los tuyos y los que son como tú. No será fácil sacarnos el miedo del tuétano de los huesos que tan sibilinamente nos han inoculado, pero algo podemos hacer…
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