500.000 turistas en enero, ¡récord histórico! La compra de hoteles, sobre todo por parte de capital extranjero, ¡se dispara! ¡Colas y más colas para entrar en Barcelona! Ingleses, alemanes, japoneses, chinos…, pasean por unas Ramblas congestionadas donde venden una cerveza a seis euros. Y a todo esto súmale una pasión desbocada por las start-ups.
22@, Pier 1, e incluso un lugar en Poblenou al que llaman Palo Alto. Nuestros nuevos administradores, los políticos de nueva hornada que hasta hace tres año eran administrativos, temporeros, profesores, funcionarios…, saltan de alegría. ¡Le hemos dado la vuelta! —exclaman—.
El gasto público se dispara. Ya hemos llegado a deber lo mismo que generamos en todo un año. Para poder compararlo con el mundo empresarial, es como si una compañía tuviese una póliza de crédito equivalente a todo lo que factura en un año (lo normal es tenerla de entre dos y tres meses). No pasa nada, nadie tiene la más mínima intención de devolver la deuda.
Estas tres cosas —incremento de la presión turística, fomento sin ton ni son del emprendimiento y descontrol del gasto público— provocan, entre muchas otras cosas, efectos devastadores en los dos extremos de los generadores de renta.
Por una parte, para la gente que cobra menos de 1.500 €, que Barcelona esté de moda, y que además los centros de trabajo se sitúen allí (cabe mencionar que el Ayuntamiento ha puesto a disposición de algunos espabilados miles de metros cuadrados a precios reventados) significa que su capacidad adquisitiva cae en picado. Un pequeño piso de alquiler en La Mina cuesta 600 €, en el Eixample no baja de 1.000 €. Por lo tanto, tenemos start-ups molonas, participadas por capital riesgo, que ocupan edificios semi-municipales por los que pagan una miseria, y que tienen un montón de trabajadores a buen precio que, o bien viven en un piso patera con otros como ellos, o bien viven a 1,5 h de donde trabajan. El Pier 1, por poner un ejemplo, ha generado un coste importante para el Ayuntamiento, ha provocado una competencia desleal respecto a instalaciones privadas, concentra trabajadores que vienen de lejos porque no se pueden pagar pisos cercanos, atrae a la economía especulativa… Vaya, ¡un gran acierto! Eso sí, somos súper emprendedores…
Por la otra, el gasto público se financia de dos formas: con deuda y con más recaudación. El hecho de financiarse con deuda es interesante si tienes algo bueno que ofrecer, pero si pagas intereses del 1,5% lo que haces es desplazar el capital hacia sectores más rentables (como el inmobiliario, que genera como poco rendimientos del 6% y el 8%). Ya tienes la especulación servida. También te puedes financiar con recaudación (el equivalente a financiarse con las ventas de las empresas). Aquí debemos tener en cuenta “la competencia entre recaudadores”. Hay competencia en el territorio español (Madrid es impositivamente mucho más barata que Cataluña) y en el extranjero (mirad, si no, dónde tienen el dinero y dónde tributan los que realmente tienen: Gibraltar, Andorra, Suiza, Jersey y las islas del canal…). Así, los ricos de verdad tienen instrumentos financieros (sociedades de capital) y residencias tributarias suficientes para no contribuir ni en un euro al mantenimiento del descontrol del gasto público.
¿Y qué es lo hay que hacer? Es evidente que muchas cosas, pero apunto un par de ideas:
- Facilitar la instalación de empresas en zonas más asequibles para vivir. Quizás no es muy fashion tener una empresa tecnológica en Sabadell, pero es más racional y asequible, tanto para los accionistas como para los trabajadores. Eso sí, haz que las comunicaciones con la gran capital funcionen perfectamente.
- Bajar la presión impositiva para conseguir “repatriar” contribuyentes.
Hay que hacer de la necesidad virtud, y que Barcelona sea tan atractiva para los de fuera no puede ser un impedimento para los de aquí. Juega las cartas con vista.
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