—Hola, buenos días —dice José Vinagre, muy decidido, al entrar en la oficina del banco.
—Buenos días —responde la siempre amable Carmen, directora de la oficina—. ¿Qué desea?
—Mira, Carmen, querría un préstamo para un negocio.
—¡Claro que sí! A eso nos dedicamos —dice Carmen—. ¿Cuánto necesitaría?
—El negocio vale unos 163.000 €. Bueno, en realidad no vale 163.000 €, me hacen pagar esa cifra —aclara José—. El negocio vale 156.000 €, pero pagaré más.
—Caramba, José, sí que eres generoso —exclama Carmen.
—Ya me lo dicen, ya. Todo el mundo menos mis accionistas, ja ja ja —ríe José.
(Nota: José heredó el negocio de su padre, y con cierta habilidad lo fue haciendo grande, que no rentable. Tiene personalidad, por lo que le ha resultado fácil convencer, incluso a sus empleados, de que pusiesen todos sus ahorros en la propia empresa, aunque se han devaluado poco a poco.)
—Y bien, José, ¿cuánto dinero necesita? —le pregunta Carmen.
—Yo calculo que 160.000 €.
—¿160.000? ¡Pero si eso es más del 98% del valor de compra, y un 103% del valor de libros de este negocio! —exclama Carmen.
—¡Carmen! Haces los números muy rápido… Sí que eres buena, tú —dice José, adoptando su pose más seductora—. ¿No te interesaría por casualidad ser mi socia?
—Eres muy amable, José, pero bastante trabajo tengo con llegar a final de mes. Compré unas acciones de la empresa donde trabajo que no paran de bajar —se lamenta.
—Bien, como quieras. Piensa que es un negocio extraordinario.
—Ya que hablas de negocios extraordinarios, ¿cómo os va aquello que os regalaron? Esa entidad que tenía unos apartamentos muy monos delante de la casi virgen Costa de Levante —pregunta Carmen.
—Ah, ¿aquello? ¡Muy bien! ¡Ya está todo arreglado! Nos pusimos en serio con el Photoshop y los balances han quedado que ni pintados —exclama un orgulloso José—. De hecho todavía nos podremos repartir uno dinerillo…
—¡Vosotros sí que sois listos! ¡Qué envidia! Mis jefes solo quieren crecer y crecer, y no aciertan ni una a la primera.
—Ya ves, Carmen, el secreto es comprar con el dinero de los demás y guardar algo para ti por si vienen malos tiempos…
—Volviendo a la operación, Josep, no te parece que tendríais que poner algún dinero? Eso de pedirlo todo no sé cómo lo verán “allí arriba”. Piensa que después del descalabro que tuvimos ahora no quieren prestar a clientes todo el dinero. Hace falta que estos se impliquen, como mínimo con el 30%.
—¡30%! ¡Estáis locos! ¡No tenemos este dinero! Si lo ponemos aquí, ¿cómo quieres que paguemos dietas y sueldos, reina?
—Perdona, José, no te quería ofender. Me consta que sois muy buena gente. Por cierto, en vez de comprar este negocio, ¿no podríais echar una mano a la gente de casa que lo está pasando mal y no echarlos de su casa?
—Carmen, Carmencita, Carmina, la vida del empresario es dura: A veces tienes que prescindir de los que te han ayudado a llegar donde estás —sentencia José en tono condescendiente…
Nota del autor: El presente artículo no tiene nada que ver con la ampliación que quiere hacer un banco nacional para adquirir un banco inglés excepto en las cifras, que sí mantienen un paralelismo ¡con cuatro ceros menos! Era por hacer ratios verosímiles…
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