Hola, me llamo Luís y soy el rey del mambo. Bueno, quizás el rey del mambo no, pero el príncipe del mambo igual sí…
¿Que por qué lo digo? Ahora mismo te lo explico: Tengo cuarenta y dos años, soy el director de división de la multinacional Nosemoná, Ltd., con headquarters en Detroit. Cobro una pasta al mes que asusta. Conduzco un Audi A10 con 250 caballos, de renting. Tengo un piso bien arreglado encima de la Diagonal de Barcelona. Mis hijos van a un colegio donde hasta la mujer de la limpieza les habla en inglés. Mi mujer no trabaja. Bueno, sí que trabaja, pero no gana la pasta que gano yo ni por asomo. Digamos que se distrae (ahora que ella no me escucha). Y maneja la VISA que es un primor… (¡Ups! Ahora he sido políticamente incorrecto… It’s a joke!!)
El inconveniente de mi trabajo es que viajo mucho. Pero mucho, mucho. Pero también mola, ¡qué quieres que te diga! En las cenas de amigos queda super in. He tomado cafés y bocatas carísimos y horrorosos en los mejores (y peores) aeropuertos del mundo. Tengo conexión superfast a internet y no me perdí la fiesta de Saint Georges de mi hijo: mi mujer me la retransmitió por Skype (que, por cierto, no se pronuncia escaipi como dicen algunos memos). En ese momento estaba en Singapur haciendo transfer hacia Panamá, donde tenía una reunión super, super importante para decidir el nuevo papel de regalo que utilizaremos para envolver los regalos de los empleados de la empresa cuando se casan. Era un tema de nivel, de mucho nivel. El CEO, el COO y el C3PO estaban, y me parece que hasta me saludaron…
El caso es que he llegado a lo más alto, y por eso me he hecho una casa en el Empordà y me he comprado otra en la Cerdanya. El del banco se ha portado muy bien y me ha concedido una hipoteca sin ningún problema. Soy un VIP en la oficina, ¡hasta diría que soy EL VIP!
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Hoy he cumplido cuarenta y siete. Tengo barriguita, aunque no paro de hacer deporte (bueno, cuando no viajo). Hoy he visto a mi hijo. Casi imperceptiblemente, pero me ha dicho “¡Ei!”. Ya tiene dieciséis años. No sé exactamente en qué curso está, pero tiene buena cara. El otro día le regalé un Iphone7. No era su cumpleaños ni nada, pero pensé que, como nos vemos poco, así cuando chatee se acordará de mí.
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El email lo dice claramente. La compañía ha decidido amortizar mi puesto de trabajo. Me tocan 100.000 € de indemnización, con los que no pago ni una tercera parte de la hipoteca de la casa de la Cerdanya. En breve encontraré trabajo…
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Ya no sé ni a quién llamar o ir a ver. Todos mis contactos están más o menos igual. Alguno me ha ofrecido un trabajillo de consultor de una tienda de huevos del mercado. Dice que, estirando mucho, me puede dar 1.000 €. El problema es que no tengo ni idea, de cómo ayudar a una parada de huevos de mercado. No tienen web ni división internacional. Les he hablado de corporate y me han preguntado si era una marca de dentífrico. El banco me presiona. De hecho, no me llama el director, sino una chica bastante impertinente.
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Hoy he visto a Manel, aquel que se plantó por su cuenta hará veinte años. ¡Qué tío! No para de trabajar, pero sale adelante. Nunca ha tenido un sueldo fijo y ha ido arriba y abajo como una montaña rusa, pero no desfallece nunca. ¿Te quieres creer que en su perfil de Whatsapp pone Donec Perficiam, que quiere decir algo así como ‘no vale rendirse’? Tiene gente trabajando, pero vigila mucho sus gastos personales. Me parece que su empresa va bien. Aún recuerdo que cuando yo estaba en lo más alto me propuso invertir una simbólica cantidad (bien, ¡simbólica en aquella época!) en el negocio que gestionaba, y le dije que no (o quizás ni le contesté). Si lo hubiera hecho, quizás ahora me podría enrolar con él o, como mínimo, una parte de mis ahorros no los hubiera tirado al agujero del consumo. ¡Maldita casa del Empordà!
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