Así, tal cual, se presentaba David a Isabel, la persona de recepción de mi despacho. Quería hablar conmigo. Era importante. Isabel me pasa la llamada sin demasiado entusiasmo, ya intuye lo que será…
—¿Sí?
—Hola, soy David Tralalí Tralalà, del diario La Retaguardia. Para empezar, ¿Jordi o Jorge?
—¿Me está preguntando cómo me llamo? —respondo extrañado—. Pues hasta ahora Jordi, ¿por?
—Buenas tardes, señor Jordi. Estamos preparando un suplemento especial de las mejores empresas del país y hemos seleccionado la suya.
—¡Caramba! ¡Qué ilusión! ¿Y qué criterios habéis utilizado para escogernos? —le pido yo, intentando que no se me escapase la risa.
—Pues yo no lo sé, la verdad, eso lo hacen los de redacción —contesta David.
—Usted dirá…
—Pues como le decía, hemos seleccionado su empresa para hacer un reportaje de las mejores empresas de Cataluña. Se trata de una entrevista (con foto) de un cuarto de página, media página o página completa con usted —dice Tralalí.
—¿Y de qué hablaremos? —pregunto.
—De lo que quiera, el tema lo escoge usted —dice él.
—¿Podrá ser de la reproducción de la gamba langostinera en aguas bravas? —vuelvo a interrogar bien serio.
—…Hombre… Pensaba que querría hablar de Mercaconsult —dice él.
—Oh, ¡por supuesto! Pero últimamente mucha gente nos pregunta sobre la gamba langostinera, y quizás si hiciésemos un reportaje a página completa se acabarían muchas consultas de tipo gratuito. ¿Verdad que me entiende, David?
—Bien… Supongo que no habría ningún problema —contesta el pobre hombre.
—Venga entonces, ya puede preguntar —le digo.
—¿Preguntar? ¿Preguntar qué? —responde turbado.
—¡Cosas sobre la gamba langostinera! ¿No habíamos quedado así? —le digo.
—Antes de empezar, tengo que informarle de que esto tiene un coste —dice el periodista.
—No se preocupe, no cobraré nada —contesto seguro de mí mismo.
—No, no, quiero decir que tiene un coste de impresión y una parte la tiene que pagar usted —dice David.
—¿Pero esto no es un diario que vive de la publicidad y la venta de ejemplares? —pregunto haciéndome el sorprendido.
—Efectivamente, señor Jordi, es que esto que vamos a hacer es un publirreportaje —explica.
—¿Desde cuándo se cobra por el conocimiento de otro? —pregunto yo.
—Bien, no es exactamente cobrar —se excusa—, es como una contribución.
—¡Ahhhhh! Una contribución que se paga pero no se cobra. ¡¡Entonces es una contribución Harry Potter!! —afirmo ya sin manías.
—¿Se me está rifando, señor? —dice él enfadado.
—No, señor, estoy intentando esquivarlo. No participaré en su medio porque creo que degrada la profesión del periodismo y lo circunscribe todo al maldito metal. ¡Al final la gente no se cree nada! —contesto a modo de cierre.
—Le deseo una buena tarde —me dice David, y cuelga.
—¿Ves como no te puedes creer nada? —me digo a mí mismo—. Seguro que lo último que quiere es que tenga una buena tarde…
Deja tu comentario