En Madrid, en febrero hace un frío que pela. Sopla un viento terrible que le hiela la sonrisa al más pintado.
Si paseas por El Retiro parece que fuera a ser tu último viaje. En invierno, con el cielo encapotado, los árboles sin hojas y las estatuas ecuestres ofrecen al caminante una imagen lúgubre y tétrica.
Estatuas ecuestres hay a capazos. Son gigantescas. Entre todas ellas una me llamó la atención, la dedicada al General Martínez Campos, modelo de patriotas y soldados (sic.). Este señor, de nombre Arsenio, participó, según figura al pie, en las guerras de Cuba, Cataluña (¿?) y Norte. Así, sin más, al norte. No sé si de Madrid, de España, de Europa… Donde seguro que luchó fue al norte de la estatua. Quizás en la calle Menéndez Pelayo, que está allí mismo, pero fuera del «entorno bucólico-rural del Parque».
A Madrid, en febrero no tienes por qué ir. Hace demasiado frío y demasiado aire. La gente que vive allí, que es mucha, para mí se ha ganado el cielo. Son unos héroes. Probablemente es por eso que se acicalan de aquella manera, con sus pañuelos de americana (no me extraña, los quieren cerca de la nariz porque es fácil resfriarse), con sus camisas de cuello diferente del de pectoral y sus zapatos claros… Son talmente miembros de la Corte.
Siempre me ha impresionado el metro, no solamente porque se puede coger desde el aeropuerto, que también, sino porque las paradas tienen unos nombres entrañables. Entre todas hay una que me gusta especialmente, la de Nuevos Ministerios. Toda una declaración de intenciones: Teníamos pocos e hizo falta, en una buena explanada, construir unos nuevos, para así mandar más e hilar más delgado. Resulta que la cuestión del país es cosa de detalle, ya que en líneas generales todo va a pedir de boca. Es necesario, pues, establecer microleyes y subsecretarías para pulir estos pequeños flecos del Estado del Bienestar (de algunos).
En Madrid no se respira tensión de ningún tipo, fuera de cuando se te ocurre pedir un café sin matizar y te lo traen con leche. Pienso que esto pertenece al propio ADN madrileño, pero aquí hay dos interpretaciones: Los bienpensados dicen que forma parte de su carácter generoso y abierto, si me pides un café te lo completo con leche, que alimenta más. Por otra parte, los malpensados dicen que lo hacen para cobrarte más, ya que el café con leche es más caro (a veces más de un 40%) que el café «solo».
En la «Villa y Corte» hay gente muy maja, como en todas partes. Aunque hacer negocios con ellos es harina de otro costal. Los tempos, el discurso, las formas… Incluso el lugar donde se cierran los negocios: Palcos y restaurantes. Cuesta acostumbrarse… Estaría bien alternarlo con París o Londres. No obstante, pienso que también tienen estatuas ecuestres, iglesias con techos altísimos y ríos muy lucidos.
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