Lo que habéis heredado de vuestros padres, volvedlo a ganar a pulso o no será vuestro (Goethe)
Juan tiene treinta y dos años. Lleva una chaqueta Belstaff, unas gafas Ray-Ban y unos tejanos Helly Hensen que le quedan que ni pintados.
Hoy tiene paddle, a las seis. Juan se mantiene en buena forma. Hace deporte tres o cuatro días por semana. En invierno esquía en la Cerdanya, excepto por alguna escapada a los Alpes. En verano navega por la Costa Brava, y a veces por Mallorca.
Tiene un Mini Special Edition y una T-Max para ir a trabajar. Obviamente es soltero, pero sale con varias. Aún no se ha decidido (o no lo hará nunca).
En casa tienen empresa y él pasa por allí de vez en cuando. De hecho, oficialmente trabaja de 9 a 17 h, pero a veces por el paddle (no siempre hay pista a las seis), a veces por la esquiada en los Alpes y a menudo porque tiene que hacer “encargos” personales, no va.
Tiene un cargo similar al de adjunto a gerencia. Nadie depende directamente de él (afortunadamente) y él tampoco depende de nadie (afortunadamente para el “nadie”). De hecho, es una especie de alma libre. Cuando se le encarga algo concreto (por ejemplo, cobrar el alquiler de alguna de las naves propiedad de la familia), se pone con ganas, aunque siempre acaba yendo Ramón, el hombre de confianza del padre, para acabarlo de arreglar.
Juan come siempre fuera. Con clientes, claro está. Tiene una buena conversación (se nota el colegio de pago), pero tampoco cierra nunca nada. Con alguno planea algún negocio que los hará (más) ricos enseguida. El negocio se extingue tal como salen del restaurante.
También ha intentado dar apoyo a iniciativas de otros utilizando el dinero familiar. Ha realizado las intentonas típicas: Vino, inmuebles, gimnasio, restaurante y motor. Ninguna ha ido bien. Siempre le han engañado usando brujas hechiceras. El padre ha pagado la fiesta gracias al patrimonio que han acumulado. La madre cree que no es culpa del chico, ya que trabaja mucho y es muy listo. Seguro que son las malas compañías…
Ha estudiado en una escuela de negocios de prestigio. Todo en inglés, eso sí. Ha hecho más cafés que horas de clase y ha organizado alguna esquiada con los de la clase que ha acabado como el rosario de la aurora (hay gente que no se sabe comportar).
El director financiero del grupo ha advertido al padre de que la cosa ya no va como antes y que se tendría que intentar reducir el ritmo de los “atípicos” (la última operación inmobiliaria de Juan ha salido muy mal y la deuda aún se está pagando). Cuando Juan se entera, empieza a pensar que su padre se tendría que jubilar y dar paso a gente como él, con nuevas ideas, una formación muy superior y un inglés de champions.
Seguro que entonces todo irá estupendamente.
El padre, secretamente, se compró un piso asistido en Las Acacias y tiene una cuenta en Andorra que le permitirá ir tirando. Y es que una cosa es hacerse el tonto, y otra serlo.
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