El niño estudia inglés. Cuatro horas a la semana, aparte del cole, claro. También juega a tenis (fútbol o basket). Cuatro horas más entre semana y campeonato el fin de semana. El padre madruga para ir a verlo o para llevarlo, o para aleccionarlo.
La niña también estudia inglés. También cuatro horas. Hace danza (clásica y hip-hop). Cuatro horas más. No va a campeonatos, pero sí a festivales de fin de curso, ensayos el fin de semana para eventos concretos…
Cuando llegan hacen deberes. Tiene muchísimos. Resulta que el cole es muy muy bueno, y por eso los presionan tanto. Las profesoras ya lo dicen, quince minutos al día van muy bien. El problema es que tienen diferentes profesoras que piensen igual. Total, en una hora y media lo tienen listo.
Por la mañana se levantan temprano y pueden ver quince minutos de dibujos. En inglés, eso sí. Tienen muchos juegos en la habitación: Play, iPod, móvil, tablet… ¡No dan abasto con tanta tecnología!
Yo creo que en el futuro el hecho de saber mucho inglés y dominar la tecnología será clave. ¡Serán superfelices! Es muy importante dominar las herramientas. ¡Casi más que los contenidos!
Las extraescolares cuestan mucho dinero, y la escuela superexigente también. Por eso los padres tienen que trabajar tanto… para pagarlo. Quizás ven poco a los niños, pero no se puede tener todo, ¿no os parece?
Hoy ha sido un día especial: El niño ha jugado en casa de un amigo (primero han hecho los deberes, claro). Han hecho noventa minutos de deberes y treinta de Wii con parada de cinco minutos para merendar. Quizás ha vuelto un poquito excitado, y ahora no hay quién lo meta en la cama. El padre tiene que acabar un informe superimportante y no puede atenderlo (¿quizás el fin de semana?). Ha mirado el folleto de instrucciones de las pastillitas que utiliza el matrimonio para conciliar el sueño… «Vaaaya, es para mayores de dieciséis años y el niño sólo tiene diez. ¿Y si le doy media?»
Mañana tiene un día duro. Tiene examen de los planetas del sistema solar. Es importantísimo que se los sepa todos de una vez porque, de mayor, le será superútil. También tiene clase de educación física y psicomotricidad, nivel upper intermediate (la hacen en inglés). Es teórica, pero se tiene que estar muy al caso, porque lo hacen en los ordenadores con un software en cloud que compara el rendimiento del niño con los de todo el mundo, genera un listado y propone una serie de ejercicios (teóricos) complementarios para mejorar, y eso te lo envían directamente al smartphone (previamente te has tenido que haber bajado la app), y cada treinta minutos durante el resto de tu vida un coach especializado interactuará con el chico, el padre, el cuñado del maestro (para buscar cierta imparcialidad) y un mecánico de Airbus (por un tema técnico, básicamente) para guiarlo adecuadamente en su devenir futuro.
—¡Caramba! —dice la madre—. Quizás sí que le tenemos que dar half a pill, ¿no? ¿O era half a pint?
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