Yo soy del 70. Esto no está ni bien ni mal, es simplemente una realidad incuestionable. Ser del 70 tiene ventajas y algún inconveniente. Dentro de las primeras, dos destacan sobre el resto: Es muy fácil calcular la edad que tienes sabiendo sólo el año en el que estás (ya se sabe que las restas con un número que acaba en cero son más sencillas que las que el restante acaba en siete, por ejemplo); y la segunda, que puedo decir que viví cuando Franco, pero no sufrí sus fechorías (o no fui consciente de ello).
Inconvenientes, destaco dos: El primero, que tuve que sufrir el Mundial del 82 y soñar con Naranjito a todas horas (y con doce años eres plenamente consciente de ello); y la segunda, que cuando acabé la carrera (en el 93) no había trabajo para nadie.
Respecto a este último punto, hay quien puede pensar “¡mira, como ahora!”. Nooo. Ahora la crisis es mucho peor, porque no te engancha sin nada, sino que te engancha estando en negativo. Es decir, hay pobres de primera (los que no tienen nada) y pobres de segunda (que sólo tienen deudas).
Pero pasa una cosa que no ha pasado nunca en la historia (en la prehistoria no tenemos datos), que la generación nacida en los 90 tienen una habilidad incrustada en el ADN que no tienen sus antepasados, y ésta será clave en el mundo que aún se ha de construir.
Efectivamente, los jóvenes de ahora han nacido con Internet. Han aprendido con la red, se han querido, han comprado y han hecho amigos en ella. Los jóvenes de ahora saben buscar en Internet, entienden los negocios en la red de una forma natural, se conectan a todas horas y con cualquier soporte.
Estos jóvenes tienen una ventaja que yo no tuve. Cuando acabé la carrera sabía teoría (la justa) y no tenía práctica. Tampoco tenía contactos ni una habilidad especial en nada. Los “grandes” me pasaban la mano por la cara en todo.
Ahora, mis estudiantes están como yo estaba en casi todo, pero no en Internet. A ellos no les cuesta nada entender el AdWords, el Analytics, el Alexa… Yo me tengo que esforzar una barbaridad. Ellos se bajan música con el Spotify y ligan con el Meetic. Yo necesito silencio absoluto, habitación a oscuras y tres horas de navegación infructuosa para escuchar Lluís Llach sin pagar.
Nuestros jóvenes nos pasarán la mano por la cara y yo me alegraré, porque inteligente es quien se adapta, y yo lo quiero ser.
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