En un libro de historia poscontemporánea editado en Catalunya en abril de 2114, he podido leer que hay quien considera que en la extinta sociedad de principios del s. XXI aparecieron unas corrientes intelectuales que calaron profundamente en la sociedad civil. Estos movimientos intelectuales tenían la particularidad respecto a otras corrientes anteriores que se podían solapar. Es decir, eran tan verticales en cuanto a concepción y dogma que había quien podía profesar varias de estas líneas de pensamiento al mismo tiempo, ya que no se anulaban, sino al contrario. Parece ser, según el autor, que estos comportamientos, con una manifestación sintomática más evidente o más ligera, estaban muy arraigados en la sociedad de la época.
De estas corrientes filosóficas, el autor señala tres como las más extendidas: El burriquismo, el quejismo y el inperspectivismo.
El primero, el burriquismo, es un movimiento conceptualmente muy sencillo, probablemente por ello tuvo tantos seguidores. Sintéticamente, el burriquismo se basa en sustituir parte de la propia personalidad para adaptar una más sencilla y que pertenece a un “Común”. Esta tendencia adoptó formas exteriores de todo tipo, y se cree que tuvo sus orígenes en el nazismo alemán de mediados del s. XX. Esta tendencia adoptó formas exteriores de todo tipo, desde los inicios más militarizados, hasta desembocar en la más popular, una estética que combinaba los colores azul y grana (una especie de rojo sin intensidad). Y, como pasa en todos los movimientos de masas, había unos individuos visibles que actuaban como referentes (dos de los más conocidos se desarrollaron en Barcelona, aunque uno había nacido en Argentina y el otro en un pueblo de la Catalunya central) y otros individuos, que el autor llama “poderes fácticos”, dirigían la corriente de forma sectaria y en beneficio de sus propios intereses.
El burriquismo obligó a muchos políticos a acercarse a este movimiento si querían conseguir el favor del pueblo (hay que recordar que en los inicios de siglo el régimen político era una Democracia Primaria, donde la gente elegía a sus gobernantes en bloque, con el sistema que llamaban “listas cerradas” y en función de lo que se ha llamado su populismo o campechanía). La gente encontró en este movimiento un contrapeso a sus frustraciones diarias, y se llegó hasta el extremo de que iban por la calle con tan desafortunada combinación cromática, e incluso se liaban a palos contra otras facciones.
El movimiento fue perdiendo intensidad cuando se bipolarizó y, por más que los núcleos de cada uno de los dos polos intentaban sumar adeptos de la periferia a su propia causa, al no existir un sustrato demasiado alineado con los valores de los núcleos (recordemos que originariamente, a parte de los colores, los instigadores del burriquismo completaban su oferta espiritual con la territorialidad, el idioma, el estilo…), la fuerza de la ola perdió empuje. El burriquismo tuvo elementos visibles que ahora nos provocan la más sonora de las carcajadas pero, en aquellos inseguros inicios del s. XXI, eran auténticos dogmas de fe. Está perfectamente documentado el caso en el que todo el pueblo se volcó en un miembro del grupo dominante al que tenían que operar, aunque no habían oído hablar de él nunca, ni tampoco era del lugar (aquí se ve claro el intento de los poderes fácticos de extender el movimiento hacia la periferia con un discurso integrador, tomando un ejemplo extremo).
El burriquismo, pero, como decía el historiador, no fue un movimiento aislado ni, probablemente, uno de los más populares. Coexistió con el quejismo, que era una corriente que se basaba en el concepto bastante curioso de “todo le que a mi me pasa es culpa de los demás” y el inperspectivismo, movimiento más propio de las que habían sido las clases dominantes de la época, y que se basaba en una imposibilidad física de prever hacia donde irían los acontecimientos, a pesar de tener muchas evidencias. Son perlas de aquella época las frases de “Internet es una moda pasajera” o “las redes sociales se extinguirán rápidamente”.
En artículos posteriores desgranaremos mejor estos fenómenos que marcaron un antes y un después en la sociedad del siglo pasado.
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