Llamadme optimista si queréis, pero veo cosas francamente interesantes que pueden suponer un cambio de tendencia si somos capaces de aprovecharlas.
Vayamos por partes.
La crisis nos ha puesto (o nos está poniendo) a todos en su sitio. El nuestro no es un país puntero en I+D+i. No lo ha sido nunca y, al paso que vamos, no creo que lo sea. Pero esto no es malo, ni de lejos. Tenemos que pensar que la inmensa mayoría de la inversión en I+D+i fracasa, y por lo tanto se malgastan muchos recursos con este ensayo y error. Lo importante no es descubrir algo, sino aplicar este descubrimiento.
Hay países mucho más potentes que nosotros investigando, sacando nuevas aplicaciones…, pero también dilapidando enormes presupuestos en investigación. No hay que hacer tanta investigación básica en un mundo globalizado, podemos hacer investigación aplicada, es decir, industrializable en un corto plazo. Si no investigamos sobre células madre, pero lo hacen en EUA, Alemania o Israel y encuentran alguna cosa útil, nos podremos beneficiar igualmente, porque seguro que nos lo intentarán vender, y seguramente serán capaces de producirlo a buen precio, porque si no no lo venderán a la inmensa mayor parte de la población mundial, que está mucho peor que nosotros (recordemos que todavía estamos en la banda alta de PIB por cápita en la lista de los casi doscientos países que hay en el mundo).
Hablemos ahora de producción industrial, la que ocupa a gente.
En estos momentos hay cuatro hechos que pueden ayudar a recuperar la industria:
1. Un agotamiento del modelo chino en lo que se refiere a la calidad de los productos. La primera reacción cuando hay crisis es continuar consumiendo, pero hacerlo con productos más baratos. Aquí, los chinos han arrasado. Venden fruslerías baratas y los bazares se llenan. La gente se resiste a dejar de consumir, pero el bolsillo está apurado. Pasado este tiempo de locura y no reconocimiento del nuevo estatus, la gente tenderá a disminuir las cosas compradas, pero a exigir mejor calidad (durabilidad). Pensad en nuestros abuelos: Tenían un solo vestido, pero hecho a medida y por un sastre; un solo reloj, pero bueno (dentro de lo que cabe); unos zapatos (los de los domingos) de piel buena y suela de cuero. Tenían poco dinero, pero lo administraban optando más por la calidad que por la cantidad; comían asado los domingos, pero sabía a pollo de granja…
2. El encarecimiento del coste de la energía: Traer una cosa que vale diez céntimos de la otra punta del mundo no es una buena idea. Es totalmente absurdo, si nos lo miramos bien. Y, además, eso que se trae de tan lejos no dura ni un mes y tampoco sirve para casi nada, a parte de para satisfacer la adicción a las compras que muchos todavía tienen.
3. El coste del capital es prácticamente cero en nuestro país. No, no me refiero al coste del dinero, sino a lo que se puede hacer con éste. Me explicaré: Las dos grandes inversiones para una industria son las naves y la maquinaria. Ahora, hay muchísimas naves vacías. Por lo tanto, el coste de alquiler es el que buenamente estés dispuesto a pagar como inquilino. Fábricas que han cerrado hay un montón, y por lo tanto maquinaria usada hay tanta como quieras (¡estoy seguro de que más de un 20% no se llegó a arrancar nunca!). ¿A qué precio? ¡A cualquiera! Todo lo que les des es beneficio, porque la pérdida la hicieron cuando las compraron, no ahora que las venden.
4. Tenemos seis millones de parados. Antes, ser mileurista era un insulto; ahora es un lujo. Una consultoría internacional está fichando ingenieros informáticos a sueldos de entre quince mil y diecinueve mil euros al año. ¡Y tienen cola de solicitudes!
Llamadme romántico o equivocado, pero creo que podríamos volver a arrancar las fábricas y seríamos muy competitivos…
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